Raymond Carver cuenta del proceso creativo en “escribir un cuento” que tenía clavada en una pared un lema tomado de un relato de Chejov:”… Y súbitamente todo empezó a aclarársele.”

¿qué era lo que antes permanecía en la oscuridad? ¿Qué es lo que comienza a aclararse? ¿Qué está pasando? Bien podría ser la consecuencia de un súbito despertar.

Comenta que no conoce a nadie que no disponga de talento. Pero hay que cultivarlo, practicarlo, llenarlo de experiencias. Por eso, un escritor que posea esa forma especial de contemplar las cosas, y que sepa dar una expresión artística a sus contemplaciones, tarda en encontrarse.

Según Louis Pasteur “en el campo de la investigación el azar no favorece más que a los espíritus preparados”.

 

En la narración breve, es posible hablar de lugares y de cosas comunes con un lenguaje claro, y dotar a esos objetos —una silla, la cortina de una ventana, un tenedor, una piedra, un pendiente de mujer— con los atributos de lo inmenso, con un poder renovado. Es posible escribir un diálogo aparentemente inocuo que, sin embargo, provoque un escalofrío en la espina dorsal del lector.

 

  1. S. Pritcher define el cuento como “algo vislumbrado con el rabillo del ojo”, que otorga a la mirada furtiva categoría de integrante del cuento. Primero es la mirada. Luego esa mirada ilumina un instante susceptible de ser narrado. Y de ahí se derivan las consecuencias y significados. Para ello el escritor precisa de un lenguaje claro y concreto; de un lenguaje para la descripción viva y en detalle que arroje la luz más necesaria al cuento que ofrece al lector. Esos detalles requieren, para concretarse y alcanzar un significado, un lenguaje preciso, el más preciso que pueda hallarse. Las palabras son todo lo precisas que necesite un tono más llano, pues así pueden contener algo. Lo cual significa que, usadas correctamente, pueden hacer sonar todas las notas, manifestar todos los registros.

 

Algunos párrafos del relato de Truman Capote que os propongo este año:

 

… -¡Oh, madre mía! -exclama, empañando el vidrio de las ventanas con su aliento-.¡Llegó el tiempo de los pasteles de fruta!

La persona a quien habla soy yo. Tengo siete años; ella, sesenta y pico. Somos primos, muy distantes, y hemos vivido juntos…, bueno, desde que yo puedo recordar. Viven en la casa otras personas, parientes; y aunque tienen poder sobre nosotros, y con frecuencia nos hacen llorar, en general no advertimos mucho su existencia. Somos el mejor amigo uno de otro. Me llama Buddy, en recuerdo de un muchacho que fue antes su mejor amigo. El otro Buddy murió en 1880 y tantos, cuando ella era todavía una niña. Ahora es todavía una niña.»…

 

Con un lenguaje sencillo el protagonista relata sus emociones y recuerdos. Esa ilusión está repleta de pequeños placeres no exentos de sacrificio que permanecen en su corazón.

Son recreaciones de un universo pasado, afectivo e inmaterial fortalecido por la inocencia.

Truman Capote construye una hermosa historia de rasgos autobiográficas, donde un ambiente familiar rígido y de escasez económica, da lugar a una amistad peculiar, entrañable y verdadera.

¡Feliz Navidad!

Truman Capote. Un recuerdo navideño

Relato Navidad 2019: Un recuerdo navideño