El riesgo poco probable no existe en nuestras mentes. Supone costes elevados y nos creemos infalibles ante la adversidad. Podrían tacharnos incluso de neuróticos.
Navegamos en esa línea que defiende la libertad y el derecho individual disimulando la seguridad para que no se vea.
Algunos riesgos, como los accidentes de tráfico, los tenemos asumidos y forman parte de nuestra vida moderna.
Y en esta esta realidad de reducir costes improbables y disfrutar de las comodidades que nos permite nuestra civilización, nos creemos inmunes a todo o capacitados a resolver lo que venga con suma facilidad.
Sea por una mutación natural, un accidente biológico o una conspiración, creo que eso importa poco. Es hora que nos paremos a pensar si queremos sobrevivir como especie y como queremos hacerlo, con un uso responsable de la inteligencia artificial y sobre todo un equilibrio medio ambiental. Eso supondrá descender de nuestro peldaño de confort y nuestra indiferencia. Y todos podemos dar pasos para ello.
Esto supone una visión global a nivel personal, empresarial y administrativo.
Las distopías cinematográficas y literarias ya no parecen tan lejanas.