El incendio del hotel Corona de Aragón de Zaragoza el 12 de julio de 1979, con 78 fallecidos y 113 heridos, despierta el interés de los profesionales por las deficiencias que sufría el edificio.
Es el entonces Ministerio de Obras Públicas, bajo la dirección del arquitecto José Luis Posada, quien toma las riendas en la elaboración de una norma básica de protección contra incendios.
Podemos enumerar algunas circunstancias que desencadenan ciclos de siniestralidad a lo largo de la historia a pesar de la revisión de la norma:
- La transitoriedad en la aplicación de la norma. Los documentos siempre dejan cierta ambigüedad en su aplicación sirviendo de escapatoria a protagonistas menos concienciados.
- Los periodos tan amplios en la revisión normativa han provocado la aparición de excepciones ligadas al desarrollo edificatorio que no se encuentran plasmadas en la legislación.
- Los esporádicos y precarios servicios de control, activos en los primeros instantes de un accidente o desarrollo reglamentario, pero más relajados o inexistentes con el paso del tiempo, también han facilitado defectos en los edificios, ya sea tras una reforma o por inacción de los propietarios.
- La falta de cultura de mantenimiento, que provocaba un deficiente funcionamiento de elementos e instalaciones, o la interrupción de recorridos y salidas.
- En el último cuarto del siglo XX la dispersión administrativa provocó ciertas interferencias competenciales en la aplicación de la norma, generando conflictos en los criterios de aplicación de los requisitos de seguridad.
Por lo tanto, podríamos hablar, de una relajación en la aplicación de la norma y no de su inexistencia. Tal vez, de una modificación del foco del riesgo no tenido en cuenta o previsto con menor intensidad en las hipótesis de la reglamentación redactada. Y de una intencionada aplicación de los permisivos artículos que al final de las normas, que velaban por la permanencia de locales con algunas deficiencias, con el fin de evitar el cierre de muchos de ellos. Entonces, la reforma, quedaba pendiente de manera indefinida.
El accidente es algo imprevisible, y la magnitud de sus consecuencias está sujeta a la suerte. El ejercicio principal es definir el rango de prevención que queremos tener para resolver esas situaciones imprevistas. A partir de aquí serán los propietarios, asistidos por los técnicos redactores de proyectos y directores de las obras, y el control e inspección de la administración y las compañías de seguros, quienes velarán por las mejoras precisas para optimizar las condiciones de seguridad de los edificios y actividades.
Además, los profesionales más sensibilizados con los riesgos, debemos tratar de anticiparnos y concienciar a los propietarios y usuarios de los inmuebles sobre sus deficiencias y sistemas de mejora en materia de seguridad.