Posiblemente, si nos ponemos en la piel del otro, nuestras creaciones superarán el marco artístico para ser algo más, y el arquitecto volverá a tener mayor consideración en el ámbito social.

La arquitectura no puede limitarse a una pieza personal, autónoma, egocéntrica. No puede ser un dibujo en el papel que luego resolverá la técnica de otros. No puede tratarse como una fotografía de concurso, de la que, cuando te acercas, desmoralizan sus detalles.

 

Lo que no es.